Jauría

Alejandra Sofía González Celis

 

Conocí a Alejandra Sofía González Célis cuando a los diecisiete años llegaba a un taller de poesía que yo dirigía. Su poesía era tan delgada como ella. Estaba en el borde de las palabras, y desde ahí exigía más. Era de una concentración extrema, de una compresión única. Algunas veces me recordaba a otra Alejandra. A la Pizarnik.
Hoy veo a Alejandra González como una poeta en una tarea de demolición de los muros que nos impiden ver la pobreza moral de un país. La excusa para comenzar en su desmontaje son los perros. Tal vez para significar la poca o nula gratitud del género humano con uno de los animales más bellos y fieles a nuestro devenir. Si por algún lado alguien dijo “Entre más conozco a los hombres más quiero a mi perro”, no es casual que puta en inglés se diga bitch (perra). ¿Qué culpa tienen la perras que hayan “humanas y humanos” putas o putos?
Hay una foto que es una mancha en blanco y negro. Es una fotografía tomada por un explorador europeo de fines del siglo XIX o principios del XX. La fotografía es de las frías Tierras del Fuego en un extremo del continente americano. Es de una tribu de kawaskars o yámanas caminando por una playa de donde se juntan el océano Atlántico y el océano Pacífico. Los acompañan unos perros, como siempre. Sigue en este libro esa marcha. Esa mancha en blanco y negro.
He aquí la poesía de una poeta que se extrema como cuando era una niña de diecisiete años, a esa edad buscando la construcción de su identidad, hoy esa tarea ha crecido en busca de la visibilización de un pueblo pobre, ese mismo pueblo que los ganapanes locutores (que se autodenominan periodistas de la televisión chilena), tratan de ocultar recibiendo premios de universidades fachas y empresarios corruptos. Ganapanes que acusan de “ideológicas” cualquier denuncia de los grados de explotación que sufre nuestro pueblo, que fustigan a sus dirigentes sindicales, que ningunean a los pobladores en las cárceles.
¡Muérdelos Alejandra González Célis! Nunca tus poemas serán los favoritos de las redactoras del cuerpo economía y negocios del Mercurio o La Tercera, o Chilevisión, o Televisión Nacional, el “mainstream” de la oquedad chilena. ¡Viva la jauría!



Ciudad Bárbara

Rolando Martínez Trabucco

 

Quede claro: nosotros los conventilleros parias/de la ciudad bárbara/los hijos de los hijos de mineros que empozaron/su contienda en el mugriento rancho de La Troya/ henos aquí para decir a las estrellas/cuantos duros hierros lanzan sus espadas sobre la miseria. Este libro puede leerse como una cartografía de esa ciudad. Una colección de imágenes capturadas durante el tránsito por sus calles. Notas sobre el movimiento por la ciudad de la marginalidad y la pobreza. Polietileno, malla raschel, charcos de lavaza que brillan en los desolados patios traseros.
El lenguaje de un conventillo/son estos cuerpos sus cuerpos. Descifrar ese lenguaje. Recoger las escenas y los personajes que crean y recrean, cotidianamente, la sintaxis dramática de la supervivencia. A pesar de los duros hierros que caen desde el cielo como una maldición, brilla ese arte de hacer espasmos en la miseria. En todo patio trasero muere una imagen, dice uno de los versos de este libro. Su trabajo es justamente exhumar esas imágenes muertas, rescatarlas de la indiferencia y el olvido. Lo más lejos de una imposible pedagogía de la pobreza. Hacerlo a la manera de la verdadera poesía: en ese lenguaje espiritual y cristalino/que sí hace milagros/ donde quiera que suceda la catástrofe.



Ciudad Santuario

Frank Sherlock

Traducción de Carlos Soto Román

 

Sherlock entiende la poesía como un llamado a la acción y como una herramienta para fomentar interacciones y conversaciones dentro de los espacios públicos. Principalmente autodidacta, Sherlock estudió en la Universidad de Temple, en Filadelfia, y cree que las correspondencias de años con los poetas Cid Corman y John Taggart fueron parte importante de su educación poética. Se considera un cartógrafo literario, con obras que profundizan en las implicaciones del lugar y del acontecimiento. The City Real & Imagined (Factory School, 2010), escrito en colaboración con el poeta CAConrad, es una oda a los espacios públicos de Filadelfia, mientras que Ready-to-Eat / Individual (Lavender Ink, 2008), publicado en Nueva Orleans en coautoría con el poeta Brett Evans, sirve como testigo de los esfuerzos de la ciudad para sanar después del huracán Katrina. Ha publicado también Over Here (Factory School, 2009) y Space Between These Lines Not Dedicated (ixnay press, 2014). Sherlock ha leído en varias universidades y centros culturales a lo largo de todo Estados Unidos y fue el Poeta Laureado de Filadelfia para el período 2014-2015.




Umo

Leandro Hernández

ISBN: 9789568835088

 

Umo también podría leerse como Humo, gracias a que la hache es muda, y de paso homenajear a Faulkner, pero no. Este poemario de Leandro Hernández Gómez prescinde de esas obviedades y se arroja a una escritura desprejuiciada, limpia, derivativa, que logra consumirse a sí misma, como un artículo de primera necesidad. Más que el diario de un fumador es la justificación de un vicio, descrito como un placer, al que adherirán incluso los que a los pies de los edificios corporativos capean, como interdictos, el frío de sus días. Escritura fragmentaria, pulso de rutina, capaz de hacer una fractura y rescatar en esa grieta entre el duro trabajo formas de ocio en estado de pureza: (...) para los trabajadores japoneses| ciertamente escribo fumo y bebo| trinidad de vicios que nada engrendran| salvo cenizas resacas dolores (“Nichos”). Se cuenta que Italo Svevo, escritor secreto hasta que Joyce lo pontificara, escribió Del piacere e del vizio di fumare y sostuvo por siempre una batalla con su adicción. Fumó toda su vida y murió a los sesenta y siete años (siempre fue un tipo sano) víctima de un accidente automovilístico. Digamos entonces con Svevo y estas páginas que las estadísticas del Minsal siempre serán alarmantes. Umo es un libro chileno: aquí no se habla de cigarrillos —término hermoseado por las traducciones hispanas—, sino que simplemente de fumar cigarros. Escrito en la jerga más sincera de nuestra poesía, contemporáneo de Millán, Hahn y sobre todo de Bertoni, los versos de Hernández Gómez se cuelgan de las bolsas del pan, los pasamanos, las manillas de las puertas, las toallas, los monederos, las sábanas, los marcalibros, los CDs; pueden viajar en micros, andar a pie, ir en bicicletas o tomar el Metro, sin pensar qué ocurrirá mañana o a qué hora les llega su hora. Porque son poemas escritos en contrasentido de las manecillas del rejoj. Y Leandro Hernández lo declara: Cuando lo que nos duele realmente nos duele fumamos mucho más.
Fumando espero.

 

 



Suerte Sortija

Miguel Vicuña Navarro

ISBN: 9789568835569

 

Suerte sortija es primero que nada una lección de poesía. Juega con varias formas, expresa múltiples tradiciones y destinos. Es un sortilegio modulado con una lucidez desafiante que se devuelve no contra quién lo dijo, sino exactamente hacia quién lo dijo. Suerte y sortija, que significan lo mismo, son sinónimos elocuentes de dos deseos que se muerden la cola para transformarse luego en antónimo de lo deseado. Desearle suerte a la suerte —la bella y potente paradoja que sustenta todo este libro— es pensar que bajo el cielo de oximorones también la suerte puede ser desafortunada y que su inefable y esquivo rostro, dispensador de favores terrenales, es tan vulnerable como un peatón distraído por la intemperie celeste.



Antología de Spoon River

Edgar Lee Masters

Traducción de Rodrigo Olavarría

 

Publicado en entregas durante 1914 y como libro en 1915, Antología de Spoon River es uno de los libros más influyentes en el panorama de la poesía del siglo veinte y además uno de los primeros cuyo principio estructurante, es decir, la colección de monólogos de los muertos enterrados en un cementerio, nos hace pensar en un acercamiento conceptual a la escritura de poesía. Este se enmarca dentro del llamado Renacimiento Literario de Chicago, un periodo que va de 1910 a 1925 donde escritores como Vachel Lindsay, Sherwood Anderson y Carl Sandburg retrataron la vida urbana, la desaparición de los originales valores norteamericanos y el fracaso de la promesa asociada al trabajo y su recompensa material y espiritual. (...) Mientras Antología de Spoon River era publicado bajo el seudónimo de Webster Ford en el Reedy’s Mirror, en Londres Ezra Pound publicó en The Egoist una reseña donde dictaminaba: “Por fin América ha descubierto a un poeta. Escuchen bien: América, esa gran tierra de futuros hipotéticos, ha visto nacer varios poetas dentro de sus fronteras pero desde Whitman invariablemente estos han debido venir al extranjero para ser reconocidos… Por fin el oeste americano ha producido un poeta suficientemente fuerte para soportar el clima y tratar la vida directamente, sin circunloquios, sin frases resonantes y vacías. Listo para decir lo que debe decir y callar cuando lo ha dicho. Capaz de tratar Spoon River como Villon trató al París de 1460”.



Sin decir nada

Ishikawa Takuboku

ISBN: 9789568835330

 

Algunos piensan que la forma de la poesía clásica (tanka) es demasiado corta y limitante. Al contrario, para mí es una ventaja. Todos los días tenemos miles de impresiones que pasan velozmente y que olvidamos y despreciamos o simplemente no tomamos en cuenta. Sin embargo, si realmente apreciamos la vida no debemos olvidarlas porque no volverán jamás y son preciosas. Y no las voy a dejar escapar. Les quiero dar forma y eternidad. Para eso la forma de la poesía clásica es la adecuada. La verdad es que tener esta forma poética es una fortuna para nosotros los japoneses.

 

 



Materias de libre competencia y regulación

Andrés Florit

ISBN: 9789568835149

 

PUÑALADAS. Después de leer un libro como Materias de libre competencia y regulación, dan ganas de conocer al autor / no sé si lo dijo Walt Whitman: “el que toca este libro toca un hombre”, o lo dijeron de él (u otro) / familiaridad inmediata: tiuques, madre, pan, “es domingo en la tarde”, “maravillosa lentitud del día”, “el viejo enrollando lento la manguera”, no mató a la chinita que le subía por el hombro pero mató a la hormiga que le subía por la pierna (y que dentro de poco —apuesto— dejará de matar), “me toca entrar a la ducha”, y dos de mis favoritas líneas (dichas por una mujer más encima): “para qué quieren acabar cuando lo más rico es estar caliente”, Teillier, Lichtenberg, Machado, Ennio Moltedo, Canetti, yendo al hueso sin estridencias: “desayuno en el bus: pan y café con pajita en vaso de piscola”, “el vendedor de cuchuflí barquillo”, “teleserie brasileña”, música, 2 líneas favoritas más (de sabio taoísta): “Álamos de carretera / Vale la pena viajar sólo para verlos”, es también Pessoa, espíritu de haiku, poeta monje peregrino vago caminante, “¿Has visto a tus papás durmiendo siesta?”, más el poema eterno envidiable doloroso: “Ayer Winter llegó dándose puñaladas por una mina que le encantó en el metro pero no se atrevió a hablarle. Si yo sufriera así cada vez que me pasa eso me faltarían partes del cuerpo al día para apuñalarme” / Comillas / Los lectores y amantes de la poesía de William Carlos Williams, Po chu i, Takuboku, Bertoni, Parra, Toro, Issa, Han Shan, Ryokan, y tanto chino y japonés limpio sano e inolvidable disfrutará con este libro / André Gide dice: “con buenos sentimientos se hace mala literatura” / Andrés Florit Cento escribe: “Me encanta la gente amable, por eso trato de serlo”. / Y Francis Ponge agrega: “Se debería dar a todos los poemas este título: Razones para vivir feliz” / Materias de libre competencia y regulación está (afortunadamente) del lado “calentito” de la fuerza. Y me dio la más feliz de las sorpresas. / Digo esto sobrio y bajo la ecuánime luz de mi razón / No se lo pierda /



Mapa de guerra

Eduardo Serrano

ISBN: 9789568835415

 

Mapa de Guerra constituye un levantamiento, tanto topográfico como poético. Es la representación, en distintas escalas y formatos, de un territorio oscuro. Situados en medio de coordenadas inciertas (donde la escritura es una sala de espera y la patria una caverna), estos versos dibujan o más bien restituyen un cuerpo y una memoria sangrantes, ambos forjados con brutalidad.
Un país con una historia violenta genera obras violentas. No hay sorpresa ahí. La violencia, como sabemos, no engendra nada y hay quienes dicen que la poesía tampoco. Pero como afirma la poeta Vanessa Place, no le corresponde a la poesía resolver los problemas del mundo, sino solamente reflejarlos, aunque sea torpemente.
Estos poemas, estos mapas abandonados, estas cartografías profanas llenas de costras son fieles testigos de una memoria escurridiza y de una ciudad que se escribe a sí misma a puntapiés, mientras lucha por reunir los fragmentos de su propia historia, que son como un puñado de vidrios rotos incrustados en la carne.



Maicillo/Sauló

Leandro Hernández

ISBN: 9789568835408

 

Ocurría en los años ’80: obreros del Plan de Empleo Mínimo limpiaban calles, plazas y parques y rellenaban senderos públicos y patios escolares con maicillo, esa grava de granito descompuesto que los municipios todavía usan para dar un toque de ornato y urbanidad a los espacios periféricos. Los zapatos de moros y cristianos se hundían en aquel crujiente material que prometía al mayoritario vulgo un opaco camino hacia el siempre hosco y nublado futuro. La presente escritura de Leandro Hernández, utiliza ese barato cascajo municipalizado como soporte para el despliegue de un larismo de cuño escéptico y citadino, fundido con un objetivismo de cuerda irónica que, como planteaba Williams Carlos Williams, propone “Hacer ver antes de intentar hacer pensar”.
Efectivamente, los poemas de Maicillo/Sauló se apartan de la efusión lírica para proponerse en la contención, el medio tono, la sangre fría, y la re-visión del mundo con ojos desprovistos de todo asombro y toda esperanza. Por obra y gracia de tal estética, Hernández consigue articular poemas incisivos y memorables (“La poiesis de los tiuques”, “Un capitalito”, “Veo a Johnny Cash con su fusil al hombro”, entre otros), dando cuenta de lugares privados y públicos sometidos a un orden restrictivo, pero a la vez agrietado por la vitalidad o la indiferencia de drogos, muchachas enamoradas, transeúntes pálidos y padres e hijos que son contemplados por vigilantes aves carroñeras que simbolizan, sin muchos ambages, al criminal y al poeta.
Estamos ante una honesta y certera poesía civil —como la quería el difunto Gonzalo Millán— sin ambiciones épicas ni la más mínima aspiración de posteridad, una poesía cerrada al “berrinche o lloriqueo”, a pesar de la cotidiana decadencia de una ciudad que solo ofrece, para el amargo solaz del individuo, “un parque sucio de botellas rotas / que acechan peligrosas entre el maicillo / de los juegos infantiles”.



Las Dunas del Deseo I

Thomas Harris E.

ISBN: 9789568835033

 

¿Qué es todo esto? Un prostíbulo de lujo, un bar, un cine luminoso, Putamérica, Concepción de Chile, Tebas, la anticiudad, el Cosmos o una representación del Cosmos. Es materia tan extraña como las marejadas furiosas de un océano que se vuelve sólido antes de desaparecer. Es el territorio de una búsqueda inexplicable y delirante, conocida como la búsqueda de las especias. Es la expansión de un antirrelato que toma diferentes nombres. Es un filme dirigido por Dios o el Demonio. Es la descripción de una pintura expresionista. Son los frigoríficos de la Biblioteca Nacional, en donde los relatos muertos y faenados como carne de vacuno cuelgan de ganchos y chorrean su sangre congelada. Es un cementerio junto al mediterráneo, donde el mar ya no es sino pura metafísica. Son las grietas abiertas en el espacio.
Se despliega ahí la danza de la muerte, se exhiben los sexos de la muerte, se revela la gramática de la muerte. Se anuncia al viajero que la poesía y la muerte son caras de una misma moneda. Alguien declara: “soy inmortal mientras mi original lo sea”, mientras la princesa Cordelia reflexiona sobre el corazón simplificado y el sexo. Voces desencarnadas brotan desde innumerables personajes. Gritos y desvaríos resuenan en un universo vasto, que se vuelve apenas perceptible tras las escenografías y decorados, o producto de los múltiples mareos que provoca un movimiento continuo. Algunos cuerpos emprenden viajes motivados por la sed o por el deseo. Otros cuerpos se reúnen a narrar en círculos, rodeados por las dunas, a repetir todas esas historias que alguna vez les sirvieron para cohesionar a la tribu, y que al transmigrar permutan sus sentidos. Palabras son impresas o borradas en los infolios de la Nada. En la desorientación de un planeta que se llama Tierra y está destinado a extinguirse, hay un único punto cardinal, el abismo.

 



La noche del zelota

Camilo Brodsky

ISBN: 9789568835286

 

¿Qué nombres se le aparecen al zelota cuando llega la noche y debe cumplir con ese nuevo desarraigo entre la noche y el día? ¿Sueña? Si es así, ¿con qué lo hace? Si el sueño ya es en sí mismo una nave de los locos, ¿cómo lidiar con ese origen en eterno movimiento? ¿Cuáles son los nombres propios si lo propio es una eterna construcción? ¿Cuál es la verdad del zelota si en su carnet sale la fecha del desarraigo? ¿Tendrá razón el zelota cuando sabe que todas las otras verdades con las que pelea también son ficciones?
La noche del zelota es un libro compuesto de retazos, de nombres queriendo recordarse, nombrados en el olvido del decir del lapsus. Es un libro que sabe que Vito Corleone se apellidaba Andolini cuando se bajó del barco. Es de esos libros que saben que la única forma de contar una verdad está más en el entre lo que se dice, que en el qué se dice. Por lo tanto, el desarraigo es también ese lugar desde el cual al zelota también se le viene la noche. Y el zelota sabe que esa luna no es ni la de los poetas, ni la del astrónomo, ni la de los colonizadores. La noche del zelota es la historia con insomnio.

 

 



La indiferencia

Óscar Orellana

ISBN: 9789568835255

 

Creo que ciertos libros de poemas son en el fondo radiografías. Es decir, se desprenden del diseño fotográfico, por así decirlo, y bajan como Orfeo para mostrarnos el infierno que se repliega en un par de cartílagos o en la herida de un fémur astillado. No son libros complacientes, ni los más vendidos. Son autobiográficos, pero de una autobiografía que parece un guión escrito para nadie. No obstante, la crudeza y, a veces, brutalidad de algunos pasajes de este libro, operan desde una apuesta por lo literario, como si las palabras, a pesar de todo, supieran escabullirse a los lugares comunes y las vistas aéreas de los Starbucks regocijados en su propia elevación.
La Indiferencia —ópera prima de Óscar Orellana—, se inscribe, para mí, dentro de esa constelación, en que la vida es extraña y se detiene en consuelos menores: ya sea en la imagen de un hombre que vive solo acompañado por un gato o en la sensación de misericordia vislumbrada en algún momento de la infancia.



Inquietud

Kenneth Goldsmith

Traducción de Sebastián Jatz

ISBN: 9789568835439

 

El 16 de junio de 1997 Goldsmith emprende un nuevo experimento literario. Se encierra en su departamento, desconecta teléfono y computador, y le pide a sus amigos que no vayan a visitarlo. Se adhiere con cinta una grabadora al pecho y desde que despierta hasta que se va a dormir se propone dictarse a sí mismo todos los movimientos realizados por su cuerpo. Considérese en qué consiste esto: durante 13 horas, solamente se observará atentamente a sí mismo, intentando traspasar al lenguaje cada uno de sus movimientos y solamente sus movimientos. El lenguaje entra en la paradoja de querer ser empírico: acciones sin evaluación o interpretación, incluso escritas sin artículos, como una especie de partitura-receta-guión que finalmente termina hablando más sobre él y sus decisiones literarias que sobre su cuerpo.

 

 



Idioma del mundo

Pablo de Rokha

ISBN: 9789568835040

 

Pablo de Rokha recuerda, añora, odia, ama, critica, nostalgia a través de su propia angustia frente a lo inexorable del tiempo, pero en el mismo gesto reconstruye su historia y la de la humanidad para poder seguir viviendo y proyectar las utopías del mañana. (Naín Nómez).


De Rokha es la estampida colosal de un tipo de chilenidad, grandeza de una zona humana, épica popular del tamaño de su esperanza, para remecer al lector y hacerlo saber quien ES. (José Ángel Cuevas)

 



Falso Positivo

Andrés Kalawski

ISBN: 9789568835583

 

¿Qué es este Falso positivo? ¿Un diario de vida disfrazado? ¿Una destilación de estados de ánimo? ¿Una degustación de veinte años de escritura del autor? ¿Qué son, finalmente, estos poemas? ¿Dardos, sentencias, preguntas y dudas escritas a lo largo del tiempo para recibirlos en el futuro como recados de la propia historia? ¿Comentarios irónicos, historias mínimas y esenciales entre la contemplación y la enunciación de un conflicto? ¿Textos dramáticos en miniatura, clímax, desarrollos y desenlaces de obras abortadas o futuras de un poeta que es, como una maldición, además, un dramaturgo? Andrés Kalawski nos presenta en esta aproximación a su trabajo poético un libro lleno de imágenes plausibles de desarrollar en el escenario de nuestra cabeza. Y que nos invitan a seguir leyendo, poema tras poema, como si siguiéramos un drama coral observado y vivido por una misma voz. Una voz que imagina y diagnostica. Que es, a la vez, un anti Ulises volviendo de viajes, de batallas perdidas o ganadas que terminan con perros blancos y viejos moviendo la cola. Con olvidadores aplaudidos por el público en plazas públicas. Con lectores de revistas Playboy mirando mujeres piluchas e historias de James Bond. Con leprosos con campanitas al cuello dándonos la mano e invitándonos a no seguirlos por temor al contagio. Con flamencos muriendo lentamente y siempre de pie. Con instrucciones en envases de medicamentos como mandamientos para la vida.
Un Falso positivo puede ser un error por el cual, al realizar una prueba complementaria (un análisis de sangre o algo similar), su resultado indica una enfermedad cuando en realidad no la hay.
Este libro va al fondo discutiendo ese diagnóstico. Enfermo o no, navega entre los ecos posibles de las últimas palabras de Einstein (de las que nadie tomó nota). Nada se transforma. Todo se pierde. Y que así sea.

 



El doble veredicto de la piedra

Marcelo Pellegrini

ISBN: 9789568835194

 

La poesía es el sábado judío de la lengua, que nos permite sentir y ejercer el poder del no hacer, la inoperancia creadora que Giorgio Agamben reconoce en ciertos contextos como reafirmación de la experiencia sagrada de postergar la productividad y los valores utilitarios. De muchas maneras el arte reitera esa práctica. En la escritura de Marcelo Pellegrini adquiere la modalidad específica de un imaginario de la luz: en unas ocasiones, solar; en otras, transmigrada a la blancura de la nieve, numinosa y hasta cargada, también, del desafiante vacío de la página que espera las primeras palabras del verso o se despide de las últimas. Los poemas de este libro cantan el éxtasis, la suspensión, la elevación de lo pequeño o cotidiano al ámbito de las revelaciones.
Entre el supremo resplandor o la ceguera se moviliza el decir poético; con él triunfa la luz mineral de la piedra de gigantesca armonía tras la que adivinamos lo irreductible a los signos: las realidades del amor, la lejanía o la pérdida. Pero igualmente obtenemos otros dones: el flujo de la mirada hecha verbo (labio); la conversión de las sensaciones en pensamientos que poco a poco se disuelven en el tiempo y son para siempre, satisfechos, todo lo que fuimos.



Ejercicios en el agua

Gabriel Silva

 

La escritura de Gabriel Silva privilegia a lo menos tres ejes, un espacio físico cerrado o muy acotado, un estado mental, una especie de construcción intelectual acerca del dentro y fuera, y el registro de la lengua. En un primer estadio se asemeja una prisión, situación paralela a la construcción matemática y fractal, y un ámbito consciente de la construcción de un lenguaje (Números del Reo, 2004). Luego, el espacio es un departamento o piso, aledaño a un parque, todo configurado por el esquema de las conexiones eléctricas y de energía, que al mismo tiempo son un mapa de procesos de construcción del lenguaje (Juana de Lestonac, 2006). Ejercicios en el agua, se desarrolla en un espacio donde el agua, contenida en una construcción y en cañerías, profusamente clorada, que impregna no sólo el cuerpo deslizándose en ella, sino también los ejercicios mentales, que como una ventana permiten el acceso a la memoria. Esta no aparece en el fondo, sino que se bracea en ella, reconociendo los nuevos afectos a partir de la reconstitución de las relaciones de la infancia, sustentadas en espacios fuera del agua, donde el olor del cloro es ahora, o allá, olor a parafina, el aroma de las hierbas o de la levadura. La transformación física de los recuerdos, se verifica en la transmutación de la transcripción de los lenguajes, que adoptan otra forma de respiración, según sea un diálogo, o una descripción de situaciones casi puramente ópticas. Una analogía entre nadar y sueños horizontales, que prefiguran la actual disposición al encuentro con lo nuevo que siempre estuvo allí, cuya silueta aparece cuando se deja ser vencido por la fluidez del agua. Asimismo, la expresión de la dedicatoria “lo nuestro no deja de ser sin nosotros”, cobra pleno sentido pues esta afirmación se realiza en el propio proceso de escritura, en el nadar en ella, en el navegar los espacios mentales y su transparentación. Los ejercicios no se ejercen como preparación, sino que en sí son su objeto de realización, como escritura, como recuerdo, como descubrimiento y como acto de relación. Lograr esto, es poesía.




Bomba bencina

Juan Carreño

 

Bomba bencina, título un poco trágico para quienes anhelan algo que explote, es el segundo libro que Juan Carreño entrega a sus lectores. Quizás esto sea lo que el poeta Carreño intenta problematizar: están los materiales, pero falta la preposición. A medio camino de un Servicentro —lugar de mochileros, camioneros; lugar de todos los que tienen auto y se las pelan o no por la bencina— y de una molotov y todo lo que ella ha sido y es capaz de explotar —explotación contra explotación—, este nuevo conjunto de poemas de Carreño recorre algunos de los lugares ya habituales dentro de la poesía que le conocemos: la añoranza, la exposición de lo realmente miserable que puede ser la vida humana, pero bajo la mirada de una conciencia que la expone sin ser compasiva o melosa. Lo que le agradecemos a esta poesía es precisamente lo contrario. En un país donde el lenguaje coloquial está tensado por lo cuico y lo flaite, que un poeta irrumpa esa tensión es de por sí un golpe seco y duro a la realidad. Trabajo de poetas este último: siempre humano, siempre y por sobre todo humano, los mejores poemas de Bomba Bencina se las juegan con todo a eso.



Coto de caza

Ernesto González Barnert

 

Un tiempo de decir, un decir del tiempo, así aparece Coto de caza en el espacio siempre velado de la biografía del poema. Porque el contorno de su cacería es ése, una identidad contada, retentiva, donde su presa —si existiese— no huye sino hacia adentro. De ahí su eficacia y su virtud, que ni amaga ni gesticula porque siempre es feriado en el corazón. (Yanko González Cangas)
En los textos de González Barnert hay una distribución de energía verbal, de pesos y contrapesos sabiamente colocados por un poeta-arquitecto que sabe su oficio. Los románticos decían que dentro de los poemas hay pasajes de una intensidad muy marcada, que producen un fuerte impacto en el lector: son esos pasajes que tienen que ver con lo sublime y que por eso mismo llamaban “poesía adentro de la poesía”. Uno lee cualquier página de Coto de caza y se encuentra con el desarrollo de un determinado núcleo temático que puede ser el de una ciudad arrasada, un poema de amor, o una pequeña novela familiar, y de golpe salta ese pasaje intenso que condensa energía. (Mario Ortiz)
Poemas como “Always On My Mind”, “Franja de Gaza”, “A Andrés Florit” o “Acorté camino para llegar aquí” justifican no sólo un libro sino una vida. Es lo que ha logrado el poeta Ernesto González Barnert, no importa el tiempo que le haya tomado, está allí y es suficiente. La poesía, esa sombra de una sombra, expulsada de todas las repúblicas vuelve de tanto en tanto para burlarse de ellas, y en esta ocasión ha sucedido. Coto de caza es un notable libro que aloja poemas que justifican también la vida de nosotros, sus lectores. Los amigos de González Barnert deben celebrarlos, sus enemigos —en caso de que los tenga— también. (Raúl Zurita)



El arado de cinco dedos

Alfonso Alcalde

 

Este es uno de esos libros con biografía propia. Definido por su autor como “humano, mágico, roñoso, imposible, incongruente, digno y bello”, también llegó a considerarlo “un carajo, que destruyó muchas vidas hermosas, que se echó al bolsillo los sentimientos más nobles de la condición humana, que se sentó en la diferencia, que dio muestras de un siniestro egoísmo”. Sea como sea, lo cierto es que con esta publicación se concreta el rescate de un libro clave para la poesía chilena del siglo XX, la reedición de una especie de clásico oculto de nuestra producción literaria.
La infinitud es parte de la poética del desquiciado proyecto que fue El panorama ante nosotros. Para llevarlo a cabo, el autor tenía contemplada la realización de cuatro tomos, de los cuales El arado de cinco dedos, sería algo así como un prólogo a un poema épico interminable en el que Alfonso Alcalde trabajó por más de veinte años. En 1969 la editorial Nascimento publicó “un adelanto” con 17 de sus cantos. 1973 truncó este proyecto irremediablemente, desintegrándolo casi por completo. Sin embargo, Alcalde ya lo había planteado como “un modelo para armar”. La presente edición reúne tanto la primera versión de El panorama..., como algunos de los trabajos dispersos que deberían haber formado parte del resultado final de su alucinada empresa. Sin duda este descomunal esfuerzo de Das Kapital es coherente con las desmesuradas ambiciones de Alcalde, y una muestra de la profunda verdad que se encuentra detrás de las palabras de su autor cuando dijo que la poesía no muere, solo duerme.



AE

Andrés Ajens

 

Æ como en trabajos anteriores de a ajens riega la letra / hace crecer y ofrece la aventura laberíntica del texto / riega y se pasa / fænomenal producción / alegoriyas / flor de poema en flor / l|a libertad|e / muda de golpe / el poemma / riega y se pasa / / / / /
(Guillermo Daghero)
jota y sena. de enjuague lenguaje no trivial: ni cuatrivial y au-delà de l’eau , y calle .y coma los “sonoros azotes” de éste, trilceautor del literauta del cuatrilpoeta. vamos, sin amos, valectores, vecinos, a chupar felices el tuétano de lalangue ajenja ajo enajens ojo con eh!
(Martín Bakero)



Un día feliz

José Kózer

 

Un día feliz nos ofrece nuevas variaciones del gran poema de José Kozer: el testimonio de un hacer que es, más que todo, oficio de vivir. Una poética que sabe reconocerse como ética sin forzar el discurso, el registro de un intercambio cálido y fértil entre ser y mundo, que sabe hacerse sentir en el oído y la experiencia del lector. Kozer recupera como sin querer, a media voz, el carácter de arte mayor de la poesía, de la música necesaria por sobre el ruido informe de nuestras épocas.



Ovejería

Leandro Hernández Gómez

 

Se escribe del pasado elaborando una especie de resistencia ante la aparición, cada día más vertiginosa, del presente. Se escribe del pasado para despertar objetos, símbolos, paisajes primarios, dormidos en un ángulo remoto de la memoria. Se escribe del pasado, conmemorando un hecho: toda auténtica poesía brota de la experiencia. En este sentido, lo que trasciende en una obra no siempre depende de la inclusión del ahora ni de la mirada del autor sobre un conjunto de hechos tangibles, sino que también de los elementos que llegaron a configurar su contexto. Cabe preguntarse, entonces, en una época donde la experiencia desmiente la promesa del futuro, ¿qué significancia guarda el ejercicio de implantar la memoria? ¿Existe lugar aún, para emular las conversaciones y los sitios que sobreviven del pasado?
Leandro Hernández, en Ovejería, nos propone ese viaje capaz de responder estas interrogantes. Un viaje que bien podría ser una regresión y que, además, es posible separar en dos espacios diferentes. El primero de ellos, obedece a la construcción de ese contexto, de alguna manera, pretérito, donde encontramos los componentes de un entorno similar al de Spoon River; aunque en este caso el texto no da cuenta de la muerte, solamente, sino develan una historia: la del pueblo que ilumina por su similitud con el paraíso, y que se presenta al lector como un detallado universo de días felices. En segundo lugar, Ovejería tiende a ser un almanaque, un compendió de relatos que deslumbra por la solidez con que se entraman los pasajes de la infancia: la escuela, los profesores, las canchas de fútbol superpobladas de hierba, los amigos de la población, las líneas férreas, las ruinas de bodegas y caminos inclinados por donde suelen subir los tupamaros. Desplegando una enorme capacidad para evocar, los poemas que Leandro Hernández construye aquí transcurren ajenos a la ambición de querer abarcar una historia. Más bien intentan dar cuenta (y sí que lo logran) del destino que suele acompañar a los objetos y los seres que se niegan a desaparecer, como ese último tren fantasma que se llevó un barrio completo, o el cadete de bomberos que se desploma mientras corre hacia la bomba tras escuchar la sirena.



Inmuebles. Obra reunida (2001-2010)

Gustavo Barrera Calderón

 

Inmuebles es un libro que recoge nueve momentos de la escritura de Gustavo Barrera, que a medida que se internan en la episteme del nuevo milenio (la data es de 2001 /2010) configuran una suerte de grito vacío, sin las ondas acústicas de un Munch, por ejemplo, sino un grito binario, fantasmático, pornográfico, deseante, sin centro y, sobre todo, aparentemente contenido en su barroco infratextual. Porque Gustavo Barrera construye en este libro, ladrillo a ladrillo espectacular y virtual, precisamente un “inmueble” es decir un espacio habitable, pero vacuo, donde el “mobiliario” (incluso los mismos muros de cristal como “El gran vidrio” de Duchamp) es un espejismo refractante y discursivo en que la literaturidad no cuenta y donde se cruzan (mitológicamente) todos los sueños de la razón que constituyen nuestras pesadillas post.



Herida de mi herida

Carlos López Degregori

 

El héroe de esta experiencia que es capaz de clausurar épicas y tragedias es, precisamente, el demiurgo, cuyo conocimiento del mundo es crearlo. López Degregori —¿y hablo del autor del libro, del hablante, o acabo hablando de alguien más?— expresa así la voluntad de metamorfosis, en que la naturaleza, impregnada de la mirada transformadora poética, es una expresión secundaria: el trato entre el hombre y el mundo acaba siendo un trato entre mentirosos, la experiencia de un traspaso de secretos privilegiados que puede bien acabar en el trastorno general que el autor nos deja ver como a retazos. Saber no decir, indicar desde el fondo del escenario este acuerdo fundamental y profundo —¿y es que “Cementerio de perros” es solamente una anécdota?—, hace del poema el umbral posible para un Orden del mundo, heredero y parricida de los otros —los construidos desde la religión o las luces.



1985

Soledad Fariña

 

Un texto encontrado. Un texto encontrado que te salta a la garganta, que te oprime el pecho. Un texto que viaja 30 años para llevarte a esa sala asfixiante del pasado. Ahí está el temblor de labios, otra vez, la delación, el miedo, sobre todo el miedo, el miedo como un aire que se mezcla con el aire, que se hace pantalla de la realidad —esa realidad que es la única que nos quita el sueño, decía Lihn—. Un viaje al origen del recelo, también.
1985 es un libro que Soledad Fariña escribió, precisamente, en 1985; pero es también un lugar, un recinto emocional, no sólo un tiempo y mucho menos sólo un texto. Es el nerviosismo que esquiva las miradas del semejante en el espacio cerrado, que calla porque en ese silencio puede estar la sobrevida. 1985 es un viaje al lugar al que no queremos volver. Pero ahí está, palpitando como el corazón rojo de un hombre reventado en las vías del Metro. Soledad Fariña trajo milnovecientosochentaicinco hasta nosotros, trajo el sutil horror del miedo al otro, ante el que sólo es deseable la amnesia, pero al que hay que saber mirar a la cara si queremos salir algún día de su dominio.



Oxicorte

Juan Carreño

 

Oxicorte es una lengua de fuego que se arroja sobre el continente, abriéndose camino a balazos en un fulgor de amor y violencia que navega ríos de acero. La escritura es aquí un ojo-prisma que cuelga de página en página, balanceando su ritmo escapista entre destellos de soldadura. Planeando alunizajes, ebrios y hermosos los personajes de estos poemas se cobijan y avanzan por la noche salvaje de un amanecer latinoamericano: la Gitana y él, una especie de Bonnie and Clyde chorizos sobreviviendo al neoliberalismo, a la soledad, al hambre y a la policía que siempre anda cerca, como una sombra silenciador en mano. Ya hubiésemos querido ser nosotros un grupo de guerrilleros fugándose de una cárcel de alta seguridad, rescatando memoria y pólvora entre rugidos de helicóptero. Sin embargo, muchos nos quedamos viendo tele, imaginando esa fuga que envolvería desde la niñez nuestros viajes futuros. Oxicorte cierra justamente ese círculo y recompone aquel imaginario donde compañeros de ruta y coraje, extasiados mueven sus cámaras reventando el mapa a punta de miguelitos que incendian la carretera: llantas enemigas sobre alfombras púas de la Panamericana. En este cuarto libro, Juan Carreño no abandona el ojo ni la cámara; va zurciendo imágenes en una estructura fascinante que nos abre el objetivo de su propia película, bajo un turbio lente de guerra. Quizá no pudimos ser aquellos guerrilleros cruzando el cielo, pero en este viaje vamos a toda velocidad, escuchando “Demolición” de Los Saicos mientras cumplimos el sueño de decir: mamá, ya no somos pobres.



Cúmulo lúcumo

Andrés Ajens

 

Toca asumir entonces que Cúmulo lúcumo no es un poemario, ni un libro de poesía, sino una sustantiva junta (proparoxítona, anagramática) y lo que al pie de la letra con ella se conjuga. Para empezar otro envío o reiteración transformadora del cúmulo publicado con tinta china y título de Bolivian Sea (2015), dice nota que precede el colofón. Envío algo más frugal, añade, y con otro arreglo interno, como destacando otro formato (no de bolsillo), otra disposición y otro nombrar la “itinerrancia” que de Arica a La Paz tiene esta vez por estancias “Chungar a saya”, “Tambo chirapa”, “YAPA”; como apuntando también amarres, desamarres y escansiones que juntan eloquentia bellicam laudem con todo y señas particulares: don de lenguas generales y no tanto, grafías e iluminaciones, germanías y trazo entre lenguas, finalmente, vallejáceo y postmallarmeano en tanto de varias lenguas y vocablos no pretende una, total. Otro envío de Bolivian Sea, sí. Pero también de la plaqueta Viagem a Santiago (2013) y sus sabrosas traslaciones, de Æ (2015), letra que es junta de dos, e incluso de ladinar y afabulaciones no-veladas en El Entrevero. Una nonada en el Ande (2008): A traducir –dizque le dijo a Puba el transandino surandante, a traducir Variations sur un sujet al aymara [EE, 10]. Ni poemario ni libro de poesía. Ni mucho menos summa, por más que en Cúmulo lúcumo concurran negocios, trabajos y razones recién publicados en otros lares. Otro envío supone en rigor un otro lance, y éste se distingue ahora, de uno y de otro, como el de los payadores de Pirque en ese duelo cantado donde el uno contesta la pregunta del otro, y a su vez replica.



Fanon City Meu

Jaime Luis Huenún

 

Jaime Huenún es un gran poeta mapuche, es un gran poeta chileno y es un gran poeta global. En este libro el horizonte de su poesía y el de la poesía chilena se expande como nunca antes, se torna planetario. Las luchas de la periferia, encarnadas en la figura epónima de Frantz Fanon, constituyen el telón de fondo. Sobre él se proyectan las transformaciones que el centro capitalista ha forzado sobre el mundo pre o no capitalista desde el siglo XVI, no pocas veces a sangre y fuego, y la respuesta actual y necesaria. La conversión de los negros, los zambos, los mulatos, los indios altiplánicos y los indios mesoamericanos en obreros; la conversión de los mapuche en obreros. El vaciamiento correlativo de la memoria ancestral, borrada por el sudor de unos trabajos degradantes como una más de las consecuencias del asalto. Entre tanto, los viejos revolucionarios envejecen o están muertos. “No se perdió la vida, hermanos pastorales”, escribió sin embargo Neruda en el primer poema del Canto general. Pero es la vida transformada ahora en una nueva y vasta hermandad subalterna, transnacional y belicosa, la que Fanon propugnó y que Vallejo debiera aprender a cantar. Todo ello en una poesía que escucha, que comunica lo que escucha y que, cuando hace falta, también insulta. Poesía robusta y honesta, como yo no leo otra semejante en el flácido Parnaso chileno de hoy.



Fracasos felices

Adrian Kasnitz

Traducción de Pablo Jofré

 

El poeta alemán Adrian Kasnitz se pasea en estos sus Fracasos felices como observador y observado, como escritor etnógrafo de todo lo que lo rodea y lo seduce: se aleja cual dron para minimizarse luego como insecto y ver desde todos los ángulos posibles. Los puertos, la nostalgia, el dolor, el deseo, un pastizal, un hotel, las avispas; todo cabe en el universo de la derrota que esconde aquella obscena felicidad de saber que la vida continuará tal y como lo pronostica el Hopper de portada. Kasnitz recorre su experiencia vivida e imaginada y lo acompañan sus maestros, a quienes rinde homenaje; desde Hölderlin, Apollinaire y Amy Lowell, pasando por Inger Christensen, Pentti Saarikoski y Seamus Heaney, hasta Bei Dao, Mario Levi y Peter Waterhouse. La poesía calza con nuestro tiempo, recomienda el autor del libro que tiene en sus manos: es corta, intensiva, profunda, arrasa, destruye y construye al mismo tiempo, vigila, critica y nos describe. A este poemario sólo le falta “lo que en la reja se posa y trina / lo que te legitima / lo que te cifra y te descifra”.



Una mujer sola siempre llama la atención en un pueblo

Natalia Figueroa

 

Aquí hay pergaminos elogiosos del Yo:
La poesía se cultivó en horas buenas,
Se nombró a sí misma con genuinas extrañezas,
(Kokkari, Filipo, Symi, Rodas).
Aquí hay finas ironías del Yo:
Nos dirá: “usted prestará oídos
A las dificultades de un adolescente
Que en el fondo no está frente a ningún problema”.
Aquí hay rasgos muy depurados del Yo:
Y nos hace el honor de ver cómo se desvive,
En la condolencia, en el testimonio, en sus ornamentos;
Ah, y abre sus puertas de par en par en sus escondites.
Aquí hay obturadores inteligentes del Yo:
En tal sentido, en tal empeño, en tal propósito
La cobranza de la elipsis, el caudal de una voz,
En ese preciso texto sacro se omite la vergüenza
(el poema, camarines, francamente espléndido).
Aquí hay melodías exquisitas del Yo:
Los intersticios de la familia, la agonía de un animal,
En un vestido elegante, en el dial de una zampoña,
En un árbol, en una casa de hielo, en la templanza de Sara.
Aquí una mujer sola
Siempre llamándonos la atención en un pueblo.



Metamorfosis

Jacques Edwards

 

1979: Editorial Universitaria reedita Metamorfosis en Chile. Multitud de paratextos que interrogan la lectura, descolocan y atropellan al lector en cada página. (...) Epígrafes. Neologismos. Intersecciones idiomáticas acurrucadas en estrechas páginas que disponen la escritura en un espacio sugerente, dialógico, acaso también en un espacio geográfico con discurso visual autónomo, en contraste, complementariedad u oposición al contenido textual mismo. “¡Entretener, divertir! No puede darse una misión mejor sobre el triste mundo”, exclama con toda seguridad el autor. (...) La opción por la que apuesta sus fichas es sin duda alguna de fácil amarre con la visión lúdica del arte trabajada en los ‘20: una visión que privilegia el juego, la dinámica de la transformación y experimentación por sobre las pretensiones románticas y modernistas que le preceden, con insinuaciones de que a través de los siete textos que componen el folletín nos permiten tantear la intención de quiebre y ruptura buscada a través de la práctica dadaísta. (...) Llegado a este punto: ¿no manifiestan los versos la apertura del arte al cotidiano que minutos antes comenzó a bosquejar el mismo Duchamp? ¿No es acaso la reconfiguración del objeto artístico y el predominio del objeto común en la construcción del “nuevo arte”? (...) Resulta justa y necesaria la reedición de Metamorfosis, a la que CASI omitimos por completo del panorama de las primeras décadas del XX. CASI, porque al olvido traicionamos con la reedición que hoy Das Kapital pone en nuestras manos. Es Edwards Bello, el polémico chileno reconocido en su actividad novelística y de cronista, ignorado totalmente en las pasarelas vanguardistas, quien retorna para pasearse en pijamas con Metamorfosis, su última travesura.



Siete Poemas

Marina Tzvetáyeva

Traducción de Carlos Henrickson

 

La figura de Marina Tzvetáyeva, nacida en Moscú en 1892 y fallecida en Yelábuga, al sur de Rusia, en 1941, se va destacando cada vez más sobre el gran escenario de desgarro que constituyó la poesía rusa del siglo XX, y no solamente por la demora esperable, por más de un motivo, en la universalización de la cultura de ese país —y bien particularmente en lo que concierne al mundo de la lengua castellana. Los rasgos particularísimos que envuelven el carácter y la visión del mundo y de la escritura por parte de esta autora, han incidido en hacerla una “poeta para poetas”, en todo lo malo que ha supuesto este término para una cultura obsesa hasta el infantilismo por la visibilidad y la masividad.
Sobre el teatro de enormes hechos históricos que evocan épica y tragedia, la poética de Tzvetáyeva empujará al centro de la página el destino personal del creador en un momento en que esta figura ya había dado el giro que le dejaría sin privilegio alguno bajo el signo de la obsolescencia del humanismo. Heredera en estilo del último testigo de esta crisis (Rilke), la poeta rusa es capaz de animar aún la imagen fija del sujeto romántico en su sentido más profundo: haciéndola una narrativa de dignidad dentro de un desgarro cotidiano en que la intuición de lo trascendente solo puede hacerse una herida.



Temporarias y otros poemas

Emma Villazón

 

He leído este libro inconcluso —del que ya no sabremos su forma y figura definitiva— con asombro constante.
Lo he leído más de una vez, varias veces. He llevado el pulso de su verso, he intentado auscultar la vecindad y la distancia de sus palabras y cada vez me he rendido ante su evidencia. Porque de evidencia se trata. No la evidencia de lo que se demuestra con razones, aunque razón y discurso no son ajenos a lo que dicen y hacen estos poemas, sino la (e)videncia de la palabra.
Gabriela Mistral llamó soberbiamente a la poesía “materia alucinada”. Materia: palabra. Las de Emma Villazón son palabras alucinadas, pero no porque susciten imágenes en el ánimo del que las lee, todo lo contrario. Si acaso las suscitaren, diría un abogado del diablo, pues bien: las fagocitan, las degluten, las demuelen en su íntima, reservada sonoridad. Aunque esta es sonoridad que se ve, que destella. Estas palabras, en su vecindad y su roce y en su chispa se encandilan unas a otras, se llaman unas a otras, se despiden unas de otras, se reencuentran.



Un momento propicio para el exilio

Poesía reunida (2002-2010)

Marcelo Guajardo Thomas

 

Un momento propicio para el exilio es un título desde ya paródico y, por lo tanto, extremadamente lúcido y lúdico, pero sobre todo, desopilante y extraño, descolocado en un grado -0 de la escritura —pienso en esa “neutralidad” que despoja al decir escritural del Yo, del “Grado 0 de la escritura”, según Barthes—; porque, claro, ¿quién piensa en un exilio —palabra preñada de castigo y desarraigo— a estas alturas de la historia de la chilena poesía? Y más aún un poeta de la generación de Marcelo Guajardo Thomas, que no padeció la dictadura ni la imperiosidad de partir como un dictum histórico. Pues bien, el rótulo de este poemario que es más que esa cáustica mueca; más bien, una extensa compilación de libros que no han visto su sucesión cronológica y evolutiva en tanto tales: El dolor de los enjambres; Diario del hombre elefante; La jauría revelada; Olguín; 37 mujeres calvas; El cielo enrojecido; Persa; Víctor Sarmiento comprende el tedio; Cinco comarcas; Máfil y Pucara; casi 400 páginas de una poesía excéntrica e insospechada, dúctil y casi heteronímica, glosolálica y clásica a la vez, que enmarca un gesto crucial: Guajardo Thomas, descentrado en su palabra poética, acude a un pórtico que es, a la vez, nostalgia y metaironía. Porque estamos frente a un libro que más que una forzada summa o compendio antológico de obras completas a deshora, es un corpus que halla el momento de mostrar una inusual y excelente poética, variopinta y jugada, donde el discurso es el centro y la propuesta, y el abismarse en la Palabra, en el recurso de una sucesión de poéticas aparentemente dúctiles y contradictorias, es su ordo. Mas esto no es pura apariencia o gesto, sino opción y gestalt. Desde la primera parte de Un momento..., el lector se situará frente a una poética adscrita a una suerte de post-romanticismo sublime y paradojal: un abismo de animalidad y salvajismos atávicos, que transita por los otros libros —o acápites— ya operando en la distanciación intertextual y culteranista, como también urbana y posmoderna, donde en un manejo inusual del verso y la prosa poética, Marcelo Guajardo nos sume en una heterogeneidad donde su ethos demarca e identifica, porque su palabra se nutre de íconos pop y abyectos, extravagantes y coloquiales, muy Tel Quel. Una contratapa no me basta para expresar mi asombro y mi celebración frente a un libro que, por fin, se sumerge en la poesía por mor del discurso como “la casa del Ser”. Hacía falta. Este poemario, sin saberlo, lo pedíamos a gritos.



Whitechapel

Camilo Brodsky

 

Coda a Whitechapel: la caza del Snark [Saavedra Espinoza]
Aquí el agua llora| Aquí mi rostro encuentra su velo y el can no puede lamerme| Valparaíso|Anclado en el 6.6 del 09| El patrullero de las noches colectivas apaga el motor| Pisa el arbolito de luces sobre el puerto| No acudió al turno| Dejó la dársena vacía por un bulto de pastabase| Por un fardo de putas reguetoneras| Educado como de costumbre| En sus cantos aislados de volcanita| Alegre como un cerrojo victoriano| Dijo alguien que lo conocía| Y subrayó con estupefacción| No lo pude creer hasta que lo creí por las campanas de Whitechapel| Las niñas jugaban en un pasillo| Padre Jabberwocky| La niña se fue tras Humpty Dumpty, padre Jabberwocky| Y la sílaba doblada no hizo más que llevársela por la boca| El Snark trajo a Winnie the Pooh convertido en carnada bestial| Perlas eran sus ojos vivos debajo del agua que llora| Socavando la inocencia de su alma| En su claraboya destazó el huesesillo de cristal| Hasta que la metió en un bolso de cualquier cosa| De herramientas| De ropa sucia| Para salir a Las Torpederas en una micro| Hacia la Piedra Feliz| Un albatros con baliza lo interceptó drogado| Junto a una turba que le exigía a la niña| Viajó trece kilómetros con ella respirando| Entre zapatos de pasajeros| Estaba jugando| Y se golpeó la cabeza| Padre Jabberwocky| Me dio miedo y la saqué de la casa| Padre Jabberwocky| Las aurículas de su corazón confirmaron la muerte por agua| Pena capital| Detrás de la vallas papales| Una autoridad enfurecida redundó| El infierno debe existir para todos| Snark| Chikatilo| Jack the Ripper| Gesualdo| Juan Saavedra Espinoza| Confesó| No sé cómo| Salir de la profundidad desgarradora de esta ignorancia.